LA MODA… ESTÁ DE MODA

Recientes exposiciones como las de Yves Saint Laurent o Jean-Paul Gaultier en la Fundación Mapfre, “La moda es sueño” en el Museo Cerralbo de Madrid, “L´impressionisme et la mode” en el Museo d´Orsay de París, o la constante alusión que hacen al tema en el Victoria and Albert de Londres (“Ballgowns: British Glamour Since 1950”, “Wedding Dress”, “Hollywood Costume”); museos dedicados exclusivamente al tema como el del Traje en Madrid, o el Cristóbal Balenciaga en Getaria; el aumento significativo de estudios en el ámbito académico -publicación de monografías, conferencias-… Todo parece indicar que la moda está de moda, y que ha llegado al mundo del arte para quedarse.

1. Vista de la retrospectiva sobre Yves Saint Laurent, en la Fundación Mapfre de Madrid

¿Por qué esta profusión de eventos culturales en torno a la alta costura? ¿Por qué esta masiva irrupción en el museo, junto a la elevada posición que siempre han ocupado las “bellas artes”? ¿Es arte la moda?

Empecemos por establecer el origen del término. Etimológicamente, podemos decir que “moda” viene de “moderno”, y éste del latín modus hodie: es decir, el que vive “al modo de hoy”. Dicho de otra manera: somos modernos porque reivindicamos nuestra identidad presente, construida en función del tiempo en que vivimos y que, ante el aluvión de cambios que caracteriza nuestra vida, es redefinida constantemente. De ello se deduciría que modernos ha habido siempre, ya que en toda época el hombre se ha desenvuelto según el espíritu y las formas de comportamiento de su siglo.

Sin embargo, no siempre ha sido consciente de ello. Sólo a partir de finales del s. XVIII, que es cuando empieza a fraguarse la cultura metropolitana tal como la conocemos hoy en día, la sociedad toma consciencia de su carácter actual, de las diferencias que la separan de la de ayer. Con la aparición de las grandes ciudades, de la industrialización de la vida y del cambio constante, la innovación se impone. ¿Cómo sino ser original? Cuando algo comienza a estar de actualidad, ya está surgiendo otra novedad que lo desbanca. Es entonces cuando despega el fenómeno de la moda o, mejor dicho, de la moda como fenómeno -social y artístico, pero también lingüístico. Porque el traje no deja de ser un símbolo cultural, una expresión de la moral y de la estética de la sociedad (no sólo una fachada ante el exterior, sino un reflejo de la individualidad), un sistema de comunicación acorde con los ideales de cada cual.

2. Vista de la exposición L´impressionisme et la mode, en el Musée d´Orsay de París

Lourdes Cerrillo Rubio nos cuenta, en La moda moderna. Génesis de un arte nuevo (Siruela, 2010), la evolución de este fenómeno. En un primer momento, el vestido era uno más de los instrumentos políticos con que la monarquía exhibía su poder, y con ello simbolizaba la ideología que quería trasladar a su pueblo: la austeridad monacal de Felipe II, la suntuosidad de Luis XIV o de Napoleón… Es con María Antonieta, a finales del s. XVIII, cuando surge la figura del “Ministre de Modes”, precursor del actual modisto; y es también cuando el oficio de la indumentaria supera su condición artesanal, minusvalorado hasta entonces como arte manual.

La fusión definitiva entre arte y moda se establece un siglo después, en el París del Art Nouveau, en la Inglaterra del Prerrafaelismo y del movimiento Arts & Crafts, cuando las llamadas “artes decorativas” (textiles, mobiliario, orfebrería… todo trabajo suntuario que ayudara a mejorar el entorno doméstico) son reivindicadas por sus cualidades artísticas, y el movimiento esteticista las eleva al lugar ocupado hasta entonces por las “bellas artes”. Lugar que se confirmará poco después, en la época de las vanguardias de principios del s. XX, cuando moda y decoración pasan a formar parte de los intereses de artistas y mecenas de la élite cultural. Jacques Doucet – el primer propietario de Las señoritas de Avignon. ¡Todo un visionario! El polémico cuadro llevaba varios años olvidado en el estudio de Picasso, y nadie daba un duro por él- además de comprador de arte, era ante todo un revolucionario diseñador de vestidos de noche, vinculados al estilo de Arts & Crafts a través de su asociación con Liberty & Co, la famosa tienda de objetos de decoración londinense.

3. Emilie Flöge con vestido diseñado por ella y por Gustav Klimt, 1908

Por citar otros pocos ejemplos, Paul Poiret, uno de los jóvenes talentos descubiertos por Doucet, realizó muchos de sus diseños con tejidos estampados por Raoul Dufy, famoso pintor fauvista y diseñador textil. Por su parte, Sonia Delaunay, pionera de la abstracción pictórica de principios del s. XX, revolucionó el mundo del diseño con sus propios estampados simultaneístas, que abastecían a la aristocracia española y portuguesa. En la misma época, Coco Chanel establecía fructuosas amistades con artistas como Picasso, Cocteau o Stravinski, contactos que derivarían en proyectos colectivos al servicio de los ballets rusos de Diaghilev (tal como pudimos ver hace sólo unos meses en la exposición del Caixaforum de Madrid). Colaboraciones como las de Elsa Schiaparelli y Salvador Dalí, Cindy Sherman y Comme des Garçons, Louis Vuitton y Yayoi Kusama… La lista es interminable.

Entonces, ¿es arte la moda? ¿Está justificado su lugar en las instituciones artísticas? ¿Por qué esta abundancia de eventos culturales en torno a la alta costura? Quizá sean éstas preguntas demasiado difíciles para responderlas aquí. Sin embargo hay algo que no podemos obviar: la moda ha abandonado la calle y ha pasado al museo, donde se ha convertido en objeto de exhibición. Para bien o para mal del público convencional.

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Fotos:

Cabecera

Cecil Beaton posando ante un cuadro de Jackson Pollock.

Fotografía de Cecil Beaton, editorial de Vogue, 1951.

Vista de la retrospectiva sobre Yves Saint Laurent, en la Fundación Mapfre de Madrid.

Vista de la exposición L´impressionisme et la mode, en el Musée d´Orsay de París.

Emilie Flöge con vestido diseñado por ella y por Gustav Klimt, 1908.

 

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